993 “LA CHISPA” (4
de abril de 2013)
Lema:
“En la indolencia cívica del ciudadano, se fundamentan los abusos del Poder”
YA
ES HORA DE DETENERNOS
La Red es fabulosa, todo está allí, pero… en su lado
negativo, se ha convertido en algo mucho más serio que una molestia: una
especie terrorismo cibernético en el cual casi todos nos hemos convertido en
cómplices, cuando no, en protagonistas nocivos.
Basta que cualquier majadería que se publique sea de nuestro agrado,
para que de inmediato nos dediquemos, con todo empeño, a distribuirla entre
todos nuestros conocidos. Pero si no nos
gusta, aunque sea bueno el contenido, de inmediato lo borramos. (Mea culpa, mea culpa) Y ese es el punto sobre el cual debemos
meditar para no continuar con esta locura.
Antes de seguir distribuyendo “bolas” e importunando a nuestros amigos,
estamos en la obligación de tamizar cualquier noticia antes de pasarla a los
demás. Tenemos que utilizar el sentido
común como mínimo, para impedir que cierto tipo de disparates sigan llegando
hasta personas a las que podemos confundir.
Lo que les propongo a mis amigos es que seamos más responsables en la
distribución de temas alarmistas que carezcan de fundamento. Les pido que consultemos las fuentes, el
origen de las noticias y, antes de enviar cualquier correo, hagamos el mejor
análisis posible antes de comunicarlas a nuestros amigos. Aparte del buen humor y los temas personales
(ensayos), la verdad es que la mayoría de cosas que ponemos a circular en la
Red son pura paja. Pero ese no es el
problema, sino aquellas “bolas” cuyo único fin es causar alarma entre los
lectores; o bien, hacer creer cosas
imposibles o carentes de fundamento.
Hay millones de correos que son el producto de
mentes maliciosas o de charlatanes que disfrutan causando angustia. Como uno que me mandaron acerca del “peligro”
de calentar agua en un horno de microondas.
Y para reforzar el mensaje, nos incluyen una cara desfigurada de un
hombre que fue víctima de algún trágico accidente, o de una estupenda labor de
“photoshop”. Si han recibido ese correo,
estúdienlo y traten de encontrar la relación que pueda tener con esos
artefactos que diariamente utilizan millones de personas en todo el mundo. Les confieso que después de verlo, empecé a
utilizar el hornito ese con cierto recelo y, hasta donde pude, he renunciado a
hacer uso de ese artefacto. ¡Desde luego
que es una tontería! Pero así funciona
el miedo. Y ese parece ser el objetivo
de mucha gente. Es ahí donde debemos parar. Es
ahí donde debemos cortar el terrorismo internetesco. Debemos analizar, racionalizar, pensar y, en
la más fácil de las opciones, borrar esas noticias de nuestro computador. No es correcto que nos convirtamos en
cómplices de esta cadena de necedades sobre las cuales NO EXISTE prueba alguna demostrable. Eso es semejante a las dietas maravillosas, o
las curas milagrosas para el cáncer y cuanta enfermedad hay. No es aceptable ni ético que reguemos bolas
acerca de cosas que ni lejanamente nos constan.
Mucho menos, cuando se trata de jugar con las ilusiones de gente
enferma, afligida o con miedo. No
debemos atizar la llama de las ilusiones y esperanzas con mentiras o cosas
improbables. Menos aún, si no tenemos la
menor referencia de dónde provienen.
Sobran los “médicos”, institutos y “universidades” que han realizado
numerosos “estudios” sobre esta o aquella materia. Pero nadie sabe quiénes son ni dónde están,
ni hay citas sobre la seriedad de esas investigaciones que nos presentan como
el último grito de la medicina o lo que sea.
Se
trata, en esencia, de tamizar y verificar la seriedad de cualquier información
que nos llegue. No podemos evitar que
nos manden toda clase de idioteces, PERO
SÍ TENEMOS LA FACULTAD de eliminarlas de nuestro ordenador, de cortarles
las alas a tantos mensajes deletéreos que no tienen más objetivo que el de
causar inquietud, miedo, congoja o curiosidad malsana. Tenemos la opción de convertirnos en FILTROS purificadores de la red que tan
valiosa es. Nadie nos obliga a remitir
estupideces cuya demostración es imposible, o cuyo origen es claramente
espurio. La Internet es lo que cada uno
de nosotros les aporte a los demás; y lo mínimo que podemos hacer es eliminar
de ella toda aquella “información” fantasiosa, mentirosa, alarmista o
vulgar. Incluso en la cuestión del humor
estamos en la obligación de revisar lo que enviamos a los amigos-as, pues el
hecho de ser “solo el trasmisor” no nos exime de la responsabilidad ética que
tenemos al trasladar a los demás, vulgaridades inadecuadas u ofensivas a diversas
sensibilidades.
La
Red es una maravilla, pues todo lo que buscamos está en ella; tiene sitios
estupendos y casi “certificados” como Wikipedia y muchos otros de ese tipo;
páginas serias cuya veracidad está comprobada.
Como la información que nos presenta el Dr. Oz, para señalar solo uno de los tantos sitios que pueden
enriquecer nuestra cultura. Pero
también, como todo producto humano, está llena de porquería y mentiras, y es
ahí donde debe entrar nuestro buen juicio y capacidad de análisis para no convertirnos
en borregos que aceptamos o rechazamos únicamente por causa de nuestras
inclinaciones más o menos desviadas. Se
dice que nadie puede eliminar la basura de la Red, y es probable que sea
cierto, pero eso sí, también es factible crear un muro de contención alrededor
de ella. Y todos tenemos en nuestras manos la posibilidad de hacerlo. No creamos que porque soy solo yo en un
público de billones, no tengo la posibilidad de influir en la Red. ¡Claro que puedo hacerlo! Si creo no tener la capacidad para calificar
la información que me envían, es seguro que sí tengo la opción de no dejar que
pase de mi ordenador. Recuerden que la Red soy yo a la enésima
potencia. No repitamos cosas
(enviar) que no nos constan y que no tienen posibilidad alguna de ser
comprobadas por nadie; que son anónimos, de los millones de libelos que
circulan por la Internet. Todos los
usuarios tenemos la obligación de ejercer la función de fiscales ante el
contenido de la Red, y si no podemos impedir que esta publique necedades,
podemos decapitar estas con un “delete”.
Así de fácil.
No
permitamos que personas inescrupulosas influyan en nuestro estado de ánimo con
majaderías que no tienen la menor probabilidad de ser ciertas. Incluso el humor grotesco que ofende a las
personas debe ser censurado, pues la burla hiriente no se justifica de ninguna
manera; ni siquiera detrás del anonimato que es posible en la Red. Esa es mi propuesta, y ojalá que llegue a
tener eco en cada uno de nosotros. No
avalemos material dudoso transmitiéndolo a nuestras amistades y conocidos. Seamos responsables, pues como dije, no
podemos exonerarnos de culpa bajo el pretexto de que “yo solo lo pasé”. “Nadie
sabe los profundos desatinos que una mentira puede causar en la fecunda matriz
de la ignorancia”. Y si nosotros podemos convertirnos en interruptores de
una cadena de infundios, estaremos contribuyendo efectivamente en uno de los
fenómenos culturales más grandes de la historia: la Internet.
Todos
tenemos la capacidad para clasificar las ideas que nos exponen, y NO porque estén en la Red, son
necesariamente ciertas. Y ante la duda
de su veracidad y utilidad, tenemos la opción de NO retransmitirlas a nuestros amigos, con eso es suficiente. Cada uno de nosotros puede contribuir al
saneamiento de ese maravilloso sistema cultural que es la Internet.
Queridos
amigos, los invito a unirse a esta acción que, si todos los días gana un par de
adeptos, algún día podremos disfrutar de una fuente de información limpia,
veraz y apegada a la ética.
Con
gran aprecio
RIS